sábado, 26 de octubre de 2013

Cuento: El mexicano recién llegado


Acostumbrado como estaba a las constantes mudanzas, Camilo “el mexicano” como lo llamaban sus nuevos vecinos, se dedicó a los quehaceres de su nuevo hogar. Comenzó por pintar su casa de un rojo llamativo, continuó por organizar y limpiar las pequeñas cajas regadas por el suelo y finalizó lavando y brillando su Volkswagen.

Cuando por fin logró terminar las labores propuestas, entró a su habitación y se dedicó a pensar en aquel compañero, el Señor Bigotes, que además de ser un conejo muy gordo y juguetón había sido su amigo desde pequeño, al que dejo atrás porque no le permitían tener animales en su nueva casa. Recordando aquel amigo, anhelando estar con sus seres queridos Camilo se quedó dormido, de repente lo despertó el sonido del timbre, su nueva vecina quería darle la bienvenida al vecindario.

Al abrir la puerta se encontró con una mujer alta, esbelta, una brasileña muy sensual, Camilo saludó con una cierta timidez y la dejó pasar, al entrar le entrego un cesto con frutas y chocolates al cual él agradeció con una enorme sonrisa, Camilo sirvió Pepsi Cola (su bebida favorita) para los dos y se sentaron a conversar. Se les fue la noche entre carcajadas, miradas coquetas y muchos gestos amables… ¡Había tenido una conexión sentimental!

A la mañana siguiente, Camilo llamó a su mejor amigo y le empezó a describir a esa mujer preciosa que había conocido, con un tono de alegría y emoción todo lo que le trasmitió aquella conversación hasta tan altas horas de la noche. Cosa que también realizó la brasileña llamada Susana Costa al describirle al mexicano como un hombre muy interesable, tierno, especial y sencillo a su madre Clemencia Montes, la cual se emocionó al ver a su hija tan interesada en un hombre después de tantos años.

Esa tarde Camilo nervioso pero dispuesto fue a la casa de ella, y con pocas palabras le hizo saber el deseo profundo que tenía por salir con ella y conocerla. Susana sin dudarlo un solo segundo, acepto. Salieron a cine, luego a una cena y por último terminaron en la acera de sus casas observando las estrellas, esa noche un beso les cambió su soledad

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