Benito Peña salió de la corte a eso del medio día, se dirigió al parqueadero, sacó su auto con la intensión de ir al encuentro de su esposa para almorzar en compañía de Clemencia Villegas y Josefina Lina Avellaneda. Iba en camino a cruzar la calle cuando vio una muchacha sola, se preguntaba acaso una indígena, vestía ropas de campesina y al mismo tiempo bogotana, llamo mucho su atención mejor dicho quedo flechado.
El magistrado se olvido quien era y se acercó a ella, la determino de arriba abajo hasta sus sandalias de cuero, Benito había cumplido cuarenta y en su vida nunca había dicho ningún piropo y al fin le brotó "Mátame madre mía" y luego con sus dedos rozó sus mejillas, al instante salió una figura de un hombre como de unos sesenta años.
Benito un gran hombre bogotano de alta alcurnia, nunca había sentido miedo hasta ese día. Pensando en Dios se echo a correr atravesando la avenida, esquivo buses, carros y todo lo que le atravesaba, volteo a mirar y el hombre seguía tras él. Pensaba como explicar quien era, un ciudadano de bien, no se imagino que un piropo le podía costar la vida, con sus pensamientos continuaba su carrera. Los dos ya no podían avanzar con un paso de huida y persecución. Benito cayó a las puertas de la iglesia sin poder respirar, luego el perseguidos se abalanzó sobre él y con furia esgrimió su cuchillo y mato al magistrado.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar