domingo, 27 de octubre de 2013

RESUMEN: Carta una señorita en Paris

Por: Julio Cortázar

Andrée mi deseo no era venir a vivir a su departamento de la calle Suipacha, no por los conejitos si no que me duele ingresar a un lugar cerrado, me es difícil entrar a donde han dispuesto en un orden impecable, no me atrevo a mover los objetos de lugar, alterar las relaciones de toda la casa.

¿Sabes porque vine a tu apartamento? Hasta septiembre que regresas a Buenos Aires, te escribo a causa de los conejitos es justo enterarla. Veo conejitos por todas partes, no es razón de vivir en cualquier casa y uno tenga que avergonzarse, estar aislado y callándose. He sembrado en una maceta un trébol que ha crecido y allí pongo el conejito donde allí se alimenta del trébol. No me reproche por esto Andrée.

Me decidí matar al conejito, apenas naciera, con tres cucharadas de alcohol en el hocico, pero él me miraba, estaba contento. Lo encerre en el botiquín vacío y me volví a desempacar, no me sentía culpable, ni infeliz pero comprendí que no debía matarlo.

Luego apareció un conejito negro, dos días después uno blanco, a la cuarta noche un conejito gris. Los he puesto en el armario, en el día duermen. Con la puerta cerrada el armario es una noche diurna solo para ellos,Ya hay como diez. Al salir dejo el dormitorio cerrado y me llevo las llaves. En el día los dejo salir lanzando saltos ágiles, oliendo el trébol comen bien callados y correctos. En instante no tengo nada que decir, los observo desde el sofá con un libro inútil en la mano.

No resisto Andrée, recuerda que vine a descansar, no es culpa mía que de cuando en cuando vomite un conejito. Hago lo que puedo para que no destrocen sus cosas, han roído un poco libros, la lampara que tanto quería la han quebrado pero intenté organizarla y no se ve casi el trizado. Andrée, querida Andrée, el consuelo es que son diez y no más y hace quince días contuve en la palma de la mano el último conejito, después nada solamente los diez conmigo. Van creciendo feos y con pelos largos, saltando y evitando de que los oigan. Me interesa escribirle esto, para demostrarle que no fui tan culpable en el destrozo insalvable de su casa. Dejaré esta carta esperandola. Ellos rompieron las cortinas, las telas de los sillones, llenaron de pelos la alfombra y gritaron en circulo.


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